Menos desconfianza, más participación

En su columna de esta semana, Matías Tuxen comenta sobre la responsabilidad que tenemos como extranjeros de conectar y participar en la comunidad en la que existimos.

Hay muchas formas de llamar a la gente que habla el español como idioma materno y proviene de la misma región geográfica, y aquellos quienes aunque no compartan la misma lengua vienen del mismo rincón del mundo: hispanoamericanos, latinoamericanos, sudamericanos, iberocamericanos.

Como hispanoamericanos, compartimos un idioma, el español.

Como latinoamericanos, compartimos el hecho de habitar en América y hablar una lengua latina.

Como sudamericanos, compartimos el hecho de habitar en América del Sur.

Con el término iberoamericano, integramos al país “mais grande do mundo”, como dice en su bandera, pues es el más grande en superficie de sudamérica, Brasil.

Marcadas las diferencias, podemos hacer las cuentas: nosotros los latinoamericanos tenemos una historia salvaje, e incluso hoy en día se viven realidades difíciles, de muchos contrastes y violencias en distintos niveles y formas.

Cuando vivimos en nuestros países de origen solemos ser singulares y nacionalistas, pero cuando estamos en el extranjero nos percatamos que no somos muy distintos.

Psicológicamente, llevamos la “identidad latina” como estigma y va más allá de ser criollos, mestizos, gauchos, cholos o mulatos.

Es por haber sido colonizados y expoliados. Como bien lo inmortalizó Eduardo Galeano en  “Las venas abiertas de América Latina”, somos un continente que sufrió saqueo, opresión y control por Europa y Estados Unidos.

Aquí estamos, en un país de Europa que no tuvo colonias: Finlandia. Hay que reconocerlo, es un país distinto. Muchos lo confunden con escandinavos, otros como bálticos y los más malvados como eslavos. Pero son finlandeses.

Como latinoamericanos en Finlandia llevamos el estigma en nuestro imaginario colectivo.

Desconfiamos del poder. Desconfiamos de aquellos que suben al poder. Desconfiamos de aquellos que quieren subir al poder. Porque sabemos lo que hace el poder: te abren las venas, te arrancan todo lo que pueden y te las dejan bien abiertas.

Pero los finlandeses son distintos. Tienen otra idiosincrasia: su sociedad se basa en la confianza.

Como extranjeros somos resilientes, flexibles y aventureros, pero para arraigarse y no estar haciendo equilibrio constantemente con “una pata acá y otra en la patria”, tenemos que conectar y participar en la comunidad. Sin vivir una rivalidad imaginaria con nuestros compatriotas americanos cuando todo nos une. 

Participar activamente en nuestra comunidad tiene un efecto psicológico individual de empoderamiento y bienestar emocional. En nuestra calidad de extranjeros, la participación nos sitúa en la posibilidad de acercarnos a la comunidad nativa, latina e internacional.

Es la posibilidad de conocer gente, aprender sistemas nuevos, y adoptar valores superadores. Es decir, lo que buscamos es la transformación: individual y colectiva.

¿Qué más poderoso para la integración y el biculturalismo que la participación activa en nuestra comunidad?  

Sobre el autor:

Matías Tuxen es oriundo de Argentina. Cuenta con un Master en Psicología de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja como coach de «relocación» en Helsinki.