«Si vivimos en Finlandia, resulta imperioso aprender Finés»

Matías Tuxen cuenta su experiencia aprendiendo un nuevo idioma, los obstaculos y sus privilegios en su columna de opinión.

Finlandia es mi segundo hogar en el mundo.

Para ser argentino y porteño, es bastante que decir. Primero me enamoré de mi pareja, quién es finlandesa, en un bar del centro de Buenos Aires. Luego, me enamoré de Finlandia, su gente y su cultura.

Seguramente, fue por los grandes contrastes que existen entre mi querido país sudamericano y la fría y rígida Finlandia. Uno añora la calidez y vivacidad de su pueblo, pero al encontrarse con la seguridad, estabilidad y sistema de educación que este país posee, uno no puede más que caer rendido a sus encantos.

Finlandia es el país más feliz del mundo por séptima vez consecutiva, pero para los que venimos del extranjero, es un lugar que presenta algunos desafíos.

El idioma es uno de los principales obstáculos, así como su cultura introvertida, directa y planificadora. Algunos dirían hasta “activamente pedagógica”.

Tampoco es que saber finés de antemano me abrió las puertas a un trabajo altamente deseado, pero sí me insertó en la sociedad de cuajo

Teniendo pareja finlandesa la adaptación puede ser más sencilla. En mi caso, tuve la oportunidad de estudiar finés durante tres años antes de desembarcar en Helsinki, un lujo de planificación que pocos poseen.

Tampoco es que saber finés de antemano me abrió las puertas a un trabajo altamente deseado, pero sí me insertó en la sociedad de cuajo. Recuerdo que los primeros cuatro meses de trabajo fueron tan intensos que mi cerebro absorbía todo el conocimiento práctico durante el día, y por las noches intentaba procesarlo mientras “dormía”, ya que con un bebé de un año dormir es otro lujo.

El uso continuo del idioma me permitió rendir el YKI testi luego de haber vivido dos años en Finlandia. Desde aquel entonces, mucha agua pasó bajo el puente, pero una cosa se quedó: el uso activo del lenguaje es la clave para dominarlo.

Las posibilidades que ofrece la ciudad para su aprendizaje son incontables, pero una cosa es vital: motivación. Escuchar a otros hablar de lo difícil que es puede sacarnos las ganas de aprenderlo, pero cuando escuchamos el finés en el karaoke, siempre me recuerda al bello lenguaje de los elfos de Tolkien.

Esforzarse por aprender el idioma no solo es una muestra de respeto por el lugar que habitamos, sino que también nos abre las puertas hacia la integración.

El idioma es uno de los elementos que nos conduce a su cultura, su historia y al “ser-finlandés”.

Es cierto que con un nivel B2 es difícil leer a Mika Waltari o Väinö Linna, pero con constancia, paciencia y dedicación uno puede al menos leer las noticias sin tener una terrible jaqueca.

Además, aprender idiomas mantiene nuestras neuronas bien activas: aumenta la plasticidad neuronal, la concentración, mejora la memoria, el pensamiento creativo y retrasa el envejecimiento cerebral.

En mi opinión, si vivimos en Finlandia y nuestra idea es quedarnos, resulta imperioso aprender el finés.

Personalmente, sé que es difícil, que a veces no tenemos tiempo suficiente, tenemos que hacer malabares entre el trabajo, la vida social, los niños, los hobbies, los voluntariados y con esos deseos de tener un tiempo libre para nosotros mismos. Entonces: ¿Cómo lo hacés vos?

Sobre el autor
Matías Tuxen es oriundo de Argentina. Cuenta con un Master en Psicología de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja como coach de «relocación» en Helsinki.