Fue una tarde de verano del 2012, mientras viajaba hacia mi trabajo en uno de los viejos buses de la Ciudad de Managua, Nicaragua, cuando por primera vez leí acerca del exitoso sistema educativo Finlandés.
Lo recuerdo a la perfección porque una pregunta había secuestrado mi mente desde hacía algún tiempo, y estaba dispuesta a no liberarme hasta no atender a sus condiciones:«¿Cómo se hace para prosperar un país?»
Esa pregunta me arrastró a buscar cualquier documento o libro que me ayudara a entender, porqué tantos países entraban al club del primer mundo, mientras muchos países de Latinoamérica, no éramos invitados y nos tocaba ver desde la ventana la fiesta de los ricos.
Y en esa búsqueda ingenua de mis años de universidad, di con un libro que aún guardo con mucho cariño porque puso en mi mente una frase: «algún día seremos como Finlandia». Y entre vaivenes de la vida y como de un guión mal escrito se tratara, terminé viviendo aquí, y el libro que esa tarde leí me mira desde el estante de mi apartamento en el norte de Helsinki en este momento.
Desde entonces, no importa donde leyera, Finlandia aparecía en los primeros lugares de desarrollo humano, figuraba en los primeros lugares del ranking de competitividad internacional del Foro Económico Mundial, del ranking de los países más democráticos del mundo de la organización Freedom House, el país menos corrupto, según el índice anual de Transparencia Internacional, el país con mayor número de investigadores científicos per-cápita en el índice de desarrollo de las Naciones Unidas, y por supuesto, la joya de la corona y lo que me hizo soñar: el primer lugar en los resultados de los exámenes internacionales PISA (Programa para la Evaluación de Estudiantes Internacionales) por sus siglas en inglés, que miden los conocimientos de estudiantes de 15 años en matemáticas, ciencias y lenguaje.
Era definitivamente un coctel de super poderes para desarrollar una potencia mundial. ¿Cómo no anhelar eso para América Latina?
¿Qué determina la calidad de educación de un país?
Pues no, si has pensado en que la clave es el dinero. No se trata únicamente de ver qué país invierte más en educación y quienes sacan las mejores notas en los exámenes PISA, la respuesta es mucho más compleja de lo que parece.
Pues como sucede en la vida, no se trata de quién gasta más, sino de quién invierte mejor.
Lo que sí es cierto, es que, la inversión en educación sí refleja la prioridad de las políticas públicas de un gobierno. En el 2018 Finlandia invirtió 6,7% de su PIB en educación, en comparación con Dinamarca que invirtió un 7,4% de su PIB y sin embargo Finlandia aparece muy por encima de Dinamarca en los test internacionales ( Finlandia en la posición 7, Dinamarca en la posición 18, en el test de lectura).
Hay otros factores que influyen en la calidad de la educación de un país. Por ejemplo: el currículo y estándares educativos del sistema en cuestión, la calidad de formación de los maestros, la evaluación y medición del rendimiento académico, el acceso a la educación, la innovación y tecnología, investigación, desarrollo, el grado de escolarización de su población, deserción y más.
En cada una de estas áreas, algunos países lo hacen mejor y peor que otros, así que, reducir únicamente todo un sistema educativo a un resultado del examen PISA, sería muy simplista, incluso para los más puristas, por eso existen diversos métodos y métricas al respecto, que buscan acercarse lo más estrictamente posible a la realidad del país, sin embargo, los resultados del examen PISA, brinda un diagnóstico que toma el pulso y da alarmas de que algo no va bien.
El inicio del mito Finlandés
Fue a mediados del 2000, cuando saltó al estrellato. Se realizaba el primer examen PISA a nivel mundial y Finlandia sacaba los mejores resultados para sorpresa de todos, (el país que alguna vez fuera el más pobre y subestimado de Europa) ahora, con resultados en educación muy por encima de Estados Unidos o los países Asiáticos.
Desde entonces se asentaron las bases al culto del «prestigioso sistema educativo finlandés», y nació toda una industria que giraba en torno a «emular» u «adoptar» los pasos que siguieron los Finlandeses para tener el mejor sistema educativo del mundo.
Desde libros, documentales, y hasta el desfile de investigadores , presidentes y delegaciones de gobiernos que han pasado por aquí buscando descifrar «el secreto» para dar con la clave que llevó a Finlandia a liderar tan envidiado ranking.
¿Porque no existe una Finlandia Latinoamericana?
Nunca pensé juntar «Finlandia» y «Latinoamericana» en una misma oración, porque parecen demasiado antagonistas entre sí, pero como dijo Sócrates: «Comprender una pregunta es la mitad de una respuesta», entender el éxito de Finlandia, responde automáticamente a todo lo que se hace mal en América Latina.
La respuesta corta sería: corrupción. De ahí deriva la mayoría de los males de la región latinoamericana. Sin un sistema impositivo adecuado, un gobierno honesto, y sólidas bases de justicia, es imposible si quiera acercarse al envidiable sistema del bienestar que tanto distingue a los países nórdicos.
Desde los índices de libertad de expresión, democracia, transparencia y derechos humanos, América Latina parece luchar por aparecer en los peores lugares, con contadas excepciones como en el caso de Costa Rica, Uruguay y Chile.
Sé que unir los puntos es difícil, pues desde la cultura, la idiosincracia, el contexto histórico e incluso sus antiguos imperios al que tanto Latinoamérica como Finlandia han sido sometidos, es totalmente distinto, denotando así una insalvable diferencia entre sus orígenes, pero aún así hay mucho que podríamos emular de los sistemas (educativos y políticos) nórdicos.
Finlandia ¿Ha dejado de ser un modelo a seguir?
El más reciente examen PISA, ha dejado mal parada a Finlandia en todo el mundo, tanto así que, ha sido superada en todas las pruebas por su vecina Estonia, y esto ha dado mucho de qué hablar, pues hasta hace algunos años el país vecino ni siquiera repuntaba en los ranking Internacionales.
Desde el 2015 hasta hoy, en cada resultado, Finlandia se ha visto claramente a la baja. ¿Se ha apagado a caso su estrella? En absoluto no, incluso con los relativamente «pobres» resultados, sigue estando en los primeros lugares de los países desarrollados.
Tampoco quisiera pecar de optimista pero, según la Unesco, el Institute for Statistics (UIS), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),The Global Education Monitoring Report (GEMR) y el Banco Mundial, Finlandia sigue liderando con holgura muchos de sus ranking internacionales.
¿A qué se debe «el declive» de la educación Finlandesa?
Hay muchas opiniones y teorías al respecto, algunos estudios apuntan a los constantes cambios en la metodología de enseñanza que Finlandia a implementado, añadiendo nuevos y diversos modelos que no han resultado ser favorables, también el aumento de la competencia, pues hay que tomar en cuenta que otros países han fortalecido agresivamente sus sistemas educativos como en el caso de China.
Hay analistas que incluso atribuyen la baja del rendimiento al cambio demográfico, pues la diversificación de la población finlandesa, con un aumento de inmigrantes y minorías étnicas, cuyo idioma materno no es el Finlandés, puede haber llevado a desafíos para asegurar la igualdad de oportunidades educativas para integrar a estos estudiantes en el sistema educativo, pero aquí también tengo mis reservas, pues la población estudiantil extranjera no llega ni al 4%.
Un problema mundial
En la era de TikTok, Tinder, juegos en línea, o Inteligencia artificial, nada había atentado tanto contra nuestra salud mental, concentración y pensamiento crítico como ahora.
La lectura sin duda es la piedra angular de cualquier civilización, y no es un secreto que cultivar el arte de la lectura es cada vez más difícil (para muchos imposible), y Finlandia no se salva de esta tendencia, pues es de notar que con cada boom de la tecnología, las encuestan revelan que los jóvenes tienen menos rendimiento en los exámenes –algo que tiene matices si me preguntas a mí –pues de ser así, Singapur o Estonia que tienen una población digitalmente muy activa, también les afectaría y no parece ser el caso.
Desafíos por venir
El país que alguna vez fuera el más pobre y relegado de Europa, ahora tiene el privilegio de codearse en temas de educación con los mejores del mundo, y aunque sus resultados se han visto a la baja, nada indica que el ejemplar sistema finlandés haya fracasado, lo que sí es cierto, es que tiene importantes y urgentes desafíos que asumir y en muchos frentes a la vez.
El envejecimiento de su población y la baja natalidad; la integración e inclusión de migrantes (muchos de ellos Ucranianos) que encuentran en el idioma Finlandés un techo de cristal que no les permite avanzar; además, los rápidos avances tecnológicos en el mundo y la urgente necesidad de Finlandia por adaptarse para asegurar que su sistema educativo siga siendo relevante y competitivo; la inversión extranjera; la seguridad; el oso Ruso; la independencia energética; el titubeante ingreso a la OTAN a causa de la reticencia de Turquía y Hungría; sin olvidar la cada vez más influyente China, son algunos de los grandes retos por venir.
Conclusión
Cuando en Latinoamérica exaltemos más a los científicos, maestros, intelectuales y filósofos en lugar de futbolistas o boxeadores; cuando la industria del entretenimiento busque promover a emprendedores y mentes brillantes locales, en lugar de rendir culto al narco pistolero; cuando exista una estricta protección a la propiedad intelectual y patentes que incentive la innovación y desincentive la piratería; cuando las escuelas no sean centro de adoctrinamiento y proselitismo político; cuando los impuestos se destinen íntegramente al desarrollo, innovación e investigación, y cuando exista un estado de derecho que garantice la justicia, democracia, inclusión y rendición de cuentas, hasta ese momento podremos ver una Finlandia Latinoamericana. Hasta entonces, seguiremos leyendo libros en los buses de las tardes de verano intentando responder a la pregunta: «¿Cómo se hace para prosperar un país?».
¡Algún día seremos Finlandia!
José Noel Marenco
Comunicador Nicaragüense.