A menudo se confunden o se utiliza de manera inadecuada los términos ansiedad y estrés. ¿Cómo se afronta este último?
La ansiedad consta de diversas definiciones en función de la rama o enfoque. Todas tienen en común la combinación de síntomas cognitivos, fisiológicos y motores, siendo esta una respuesta emocional, influida por estímulos externos e internos que provoca en la persona una reacción ansiosa al presentarse señales aversivas. Estas reacciones serían imperceptibles e incontrolables por parte del sujeto y se manifestarían en forma de inquietud, preocupación, angustia, irritabilidad, pánico, hipervigilancia, diminución de concentración y capacidad de memoria, etc. (Sierra, Ortega, Zubeidat, 2003).
Sin embargo, Lazarus y Folkman (1986) defienden el estrés como la relación entre la persona y el ambiente, valorado por esta como aquello que excede sus recursos y daña o pone en peligro su bienestar. Es decir, el estrés se presenta como una respuesta psicofisiológica a estímulos estresantes, difíciles que causan malestar.
El concepto de estrés puede clasificarse en dos categorías, positivo y negativo. Se entiende como estrés positivo aquel que aparece en situaciones estimulantes y puntuales pero que no supone efectos perjudiciales para la persona. En cambio, el estrés negativo es aquel que se alarga en el tiempo y que el sujeto no puede controlar. Tiene efectos negativos a nivel orgánico para la persona que lo sufre.
Su teoría identifica dos procesos diferentes, la evaluación cognitiva y el afrontamiento del estrés como los mediadores críticos de las relaciones estresantes entre la persona y el ambiente y sus resultados tanto a corto como a largo plazo.
Los autores afirman que para lidiar con los problemas que causan el malestar y conseguir regular las emociones hay que enfrentarse al estrés. Según sus estudios existen dos estilos de afrontamiento: el que está centrado en el problema, dirigido a la resolución de problemas, hacer algo para que lo que genera el estrés se altere; y el que está centrado en la emoción, enfocado a reducir o manejar la angustia, el malestar emocional asociado a la situación de estrés.
El estilo centrado en el problema predomina cuando las personas pueden enfrentarse a la situación problema de una forma constructiva, mientras que el centrado en la emoción aparece cuando las personas sienten que el estresor o la situación estresante debe ser soportada.
Carver, Scheir y Weinbaum (1989) defienden la existencia de un tercer estilo de afrontamiento, el evitativo. Consiste en derivar, redirigir la atención hacia otros estímulos con el fin de evitar enfrentarse al estresor o a la situación estresante.
En resumen, el estrés y la ansiedad se diferenciarían en que el primero es la respuesta de un sujeto incapaz de afrontar situaciones o demandas (internas o externas); mientras que la ansiedad es una respuesta o reacción emocional que se manifiesta ante una amenaza ya sea de tipo cognitiva, motora, o fisiológica.
Ana Ferreras Cardo
Psicóloga con mención clínica y social-criminal.
Equipo Kizuna Psicología.
Referencias bibliográficas
Carver, C. S., Scheier, M. F., & Weintraub, J. K. (1989). Assessing Coping Strategies: A Theoretically Based Approach. Journal of Personality and Social Psychology, 56, 267-283.
Folkman, S., Lazarus, R. S., Gruen, R. J., & DeLongis, A. (1986). Appraisal, coping, health status, and psychological symptoms. Journal of personality and social psychology, 50(3), 571.
Sierra, J. C., Ortega, V., & Zubeidat, I. (2003). Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Revista mal-estar e subjetividade, 3(1), 10-59.